Con el poder del streaming ahora podemos saltar de una canción a otra, de un género a otro, con tan solo apretar un botón. Sin embargo, aquí en #ruexmag aún nos gusta disfrutar de vez en cuando de la experiencia de escuchar un álbum de principio a fin, en el orden en que el artista lo planeó.
Esta es una colaboración de @ivanadelriobl para la sección de Música
Es por esto que te presentamos discos que nos han cautivado desde la pista número uno hasta el último segundo para que los escuches ya sea en un road trip o en la oficina. Esta semana te presentamos la casa que cae de La Texana.
La Texana | la casa que cae | Post Punk | 2025 | 10 Canciones | 24 min 3 s
Josué Ramírez es el hombre detrás del nombre de La Texana. Con tan solo 17 años desde su habitación en Tijuana con una guitarra, un portátil y un sueño inició su carrera como un músico lo-fi autodidacta. Poco a poco fue encontrando su sonido, un híbrido único donde las texturas sombrías del rock se mezclan con los instrumentos del regional mexicano como el acordeón y la tuba. A esto Josué le suma letras melancólicas que retratan los sentires de la cotidianidad. Sin pretensiones ya ha logrado captar la atención de miles de jóvenes que se hallan en la soledad de su cuarto, quienes le acompañarán en el Lunario con un show completamente agotado. Su éxito y popularidad se debe a su capacidad para transformar la decadencia en algo nuevo, encontrando en los restos una nueva historia por contar.
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En una casa vacía aún se escuchan sonidos de ecos persistentes, sombras que pasan por los pasillos y susurros de voces ausentes. En este escenario nace “La casa que cae” el álbum debut de La Texana, un homenaje a esos espacios que hoy son restos del pasado. Es un refugio de ruido y melancolía, donde cada canción se convierte en una nueva grieta en las paredes del recuerdo.
Melancolía, dramatismo, post-punk y amor. De esto y más va el álbum, romantiza el futuro aun cuando se tiene un ancla en el pasado que impide avanzar, se siente como un grito de auxilio dirigido a quien ya no está pero sigue ahí por la fuerza del recuerdo o como un hogar que se queda pequeño porque a medida que vas creciendo, deja de pertenecerte. Por otro lado, tiene su propia arquitectura sonora que transita entre la sobriedad soviética, un poco de tecnostalgia, el gusto por lo analógico y por supuesto influencias del folclore mexicano.
Cada canción es un momento de ruptura y renovación. “Niños” nos lleva a la infancia, a los recuerdos de un tiempo más puro, mientras que “¿Hoy a qué vamos a jugar?” habla del vértigo de precipitarse a una juventud llena de excesos. En otro rincón, “Marea” retrata la sensación de ahogarse en un periodo de cambio y por su parte, “El Sol” se adentra en los debates sobre moralidad y la bondad. “Terco” enfrentaba esas virtudes inciertas del ser en una batalla que enfrentaba al protagonista con su propia sombra.
La Texana no solo habla de una casa en ruinas, sino de una estructura entera que se tambalea en un cambio de etapa: los valores, las emociones, los cimientos de la identidad, las relaciones humanas y el tiempo son crueles con un individuo en formación. Sin embargo, su música es el sonido del derrumbe, pero también de la reconstrucción. Más que un debut fatalista, es un álbum sobre la transformación y el espíritu que nos mantiene de pie en épocas de cambio.
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La Texana ofrece una ventana a mundos en decadencia, pero también una puerta a la esperanza. Es música para aquellos que buscan algo más que un simple eco del pasado: para aquellos que ven el futuro, a veces, igual de oscuro. Un proyecto que no solo adopta influencias extranjeras, sino que las transforma y las redefine a través de un lente mexicano, creando algo nuevo en el proceso. La Texana y su proyecto se levantan, se derrumban y se reconstruyen una y otra vez. Como la vida misma.
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