Wild Wild Country | Más extraño que la ficción

 

Rotten Tomatoes: 100%         Metascore: 79            IMDb: 8.5

Más de una vez, especialmente al leer las noticias, me he susurrado a mí misma “vaya que la realidad es mucho más extraña que la ficción.” Una parte de mí cree que los realizadores cinematográficos también lo han hecho por la gran cantidad de películas basadas en hechos reales que se producen cada año. De acuerdo con información del portal Movie Insider, tan solo en 2017 se estrenaron 28 filmes cuyas tramas giraban en torno a un evento histórico (Dunkirk, Detroit, 9/11) o una figura cuya vida impactó profundamente al grupo en que desarrolló sus actividades (Hidden Figures, Marshall, LBJ). Esto significa que durante el año pasado, cada dos semanas (aproximadamente) se estrenaba una película basada en la realidad.

Sin embargo, las cintas de ficción tienden a romantizar a sus protagonistas creando situaciones y diálogos para llenar huecos de los que no se tienen registros históricos y que son esenciales para agregar tridimensionalidad a la figura que se retrata. La aclamada cinta Darkest Hour (Joe Wright, 2017) es, en mayor parte, un fiel estudio de personaje de Winston Churchill en los momentos previos a la evacuación de Dunkirk, mostrando a un primer ministro vulnerable por su edad y errores pasados ante una situación delicada que marcaría el rumbo de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. Pero pese a que existe documentación histórica que respalda la mayoría de las escenas en el filme, lo cierto es que no se tiene registro alguno de una de las escenas más importantes durante el clímax: el viaje de Churchill en el metro de Londres para conocer las preocupaciones de los habitantes de la ciudad.

Cabe señalar que esto ocurre cuando los protagonistas fueron participantes reales del suceso histórico que se relata. En otros casos, el realizador se toma la libertad de crear historias ficticias tomando como marco la realidad. Ese es el caso de Dunkirk, la última película de Christopher Nolan, que podría considerarse una especie de acompañamiento para Darkest Hour.

Es por ello que la ficción no resulta suficiente para aproximarse a la veracidad de un evento histórico específico. Debido a esto existen los documentales ya que al ser expresiones audiovisuales de un aspecto de la realidad, tienen la responsabilidad de presentar información veraz al espectador y dejar que éste haga el juicio respectivo de los sucesos relatados. Si bien es cierto que a lo largo de los años los documentales han evolucionado y su formato ya no es estrictamente cronológico, también es cierto que continúan siendo más objetivos que la ficción y retoman eventos que ya han sido olvidados por la sociedad.

Bhagwan Shree Rajneesh

Wild Wild Country, el tercer esfuerzo conjunto de los hermanos documentalistas Chapman y Maclain Way, pertenece a ese grupo de documentales que buscan retomar sucesos de los que apenas quedan vestigios. No obstante, pese a lo insólita e interesante historia que vivieron sus sujetos, la serie de seis capítulos (cada uno de poco más de una hora de duración) no es lo suficientemente atractiva como para atrapar a un espectador casual.

En la década de los ochenta, la pequeña comunidad de Anthelope (ubicado en el desierto de Oregon) vivió una fuerte sacudida de la que lentamente se fue recuperando con el paso del tiempo. Un grupo religioso, que se hacía llamar a sí mismo sanniasins y liderados por un enigmático gurú indio conocido solo como Bhagwan, compró la enorme hacienda alrededor de Anthelope para establecer su propia ciudad utópica: Rajneeshpuran.

No obstante, los habitantes de Rajneeshpuran pronto fueron calificados como excéntricos. Vistiendo siempre tonalidades naranjas y moradas, los sanniasins pronto empezaron a discrepar con sus vecinos por su mentalidad abierta respecto al consumismo, los placeres y el sexo a pesar de que los mismos seguidores de Bhagwan se consideraban como una mejoría a la comunidad de Anthelope por el alto grado de estudios y su pacifismo.

Sin embargo, ese pacifismo era solo una fachada puesto que al recibir un ataque de aquellos que no coincidían con los ideales enseñados por Bhagwan, respondían con una ofensiva potencialmente mortal. De 1981 a 1985, año en que finalmente Rajneeshpuran, Oregon fue testigo de acontecimientos turbios, tanto dentro de la utopía como en el condado de Wasco.

El mayor acierto de los hermanos Way en Wild Wild Country es la selección de sus narradores. Dispuestos a descubrir hasta el último detalle sobre lo ocurrido en Rajneeshpuran y sus alrededores, no se conforman con entrevistar solo a habitantes de Anthelope que residieron en el poblado durante el asentimiento de los sanniasins, sino también recogen testimonios de aquellos involucrados en el funcionamiento de la utópica comunidad. Son precisamente éstos quienes ofrecen los relatos más escalofriantes y apasionantes de toda la serie, puesto que su cercanía con Bhagwan les da una perspectiva curiosa. Estas personas son su publirrelacionista, su abogado (y posterior segundo alcalde de Rajneeshpuran), una de sus creyentes más fieles y, finalmente, la verdadera estrella del documental, Ma Anand Sheela, secretaria personal del mismo Rajneesh.

Sheela es una figura aún más misteriosa que el mismo Bhagwan. Esta mujer, de voz pausada y dulce, fue directamente responsabilizada por todas las anomalías acontecidas en Rajneeshpuran, muchas de ellas difíciles de creer pese a la evidencia audiovisual presentadas en la serie. No obstante, su temple de acero apenas es rasgado por las acusaciones y su devoción a Bhagwan, quien la delató a las autoridades estadounidenses, continúa intacta. Una mujer llena de contradicciones, pero con una de las narraciones más cautivantes en un documental plagado de historias escandalosas.

Sheela y Bahwan

No obstante, Wild Wild Country es el perfecto ejemplo de que no siempre es suficiente contar con una historia interesante para hacer un buen documental. El tema abordado es complejo y la investigación de los hermanos Way es tan extensa que se cubre el pasado, presente y futuro de sus sujetos, quienes a su vez otorgan un balance de perspectiva a la serie. Sin embargo, el ritmo de la narrativa es bastante extenso y se desperdicia un capítulo, desde mi punto de vista, profundizando en exceso el alzamiento de Bhagwan así como la historia de Anthelope antes de la llegada de los sanniasins. Con una mejor selección, la duración total del documental pudo haber disminuido y mejorado su ritmo.

Wild Wild Country es pesado, tanto por su tema como por la gran cantidad de información recopilada, y carece del dinamismo que otros documentales de Netflix, como Icarus y Take Your Pills, han encontrado en la sala de edición. Por momentos, llega a ser aburrido y su estructura con cliffhangers al final de cada episodio se siente forzada, como si los hermanos Way buscasen un gancho para que el espectador se resignara a continuar descubriendo los secretos de Rajneeshpuran con esta revelación sorpresiva.

Pero en un momento histórico en que los retratos de cultos en ficción han encontrado auge en la cultura popular con series como The Handsmaid’s Tale, American Horror Story y Waco, Wild Wild Country es precisamente aquella aportación que faltaba para afirmar que la realidad continúa siendo mucho más extraña que la ficción. Las acciones de Sheela y Bhagwan parecen más de villanos maquiavélicos que de personas como tú y yo.

Wild Wild Country está disponible en Netflix.


Esta es una colaboración de Ximena P. Morales para la sección de Cine y Televisión

 

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