Altered Carbon | El precio de la inmortalidad

Rotten Tomatoes: 62	Metascore: 65	 IMDb: 8.6

Poco se conoce sobre la historia del patriarca bíblico Matusalén. Incluso, las diferentes versiones del libro sagrado coinciden en resumir su existencia a unos cuantos versos insignificantes sobre su descendencia. No obstante, un verso en particular llama la atención: “Fueron, pues, todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años; y murió.”

Su larga vida es lo más cercano a la inmortalidad que se ha registrado en la historia de la nuestra especie. Por ello, no es de sorprenderse que aquellos que han disfrutado los mayores beneficios de la digitalización humana en Altered Carbon, la nueva propuesta original de Netflix, hayan decidido bautizarse a sí mismos como mats en honor a este personaje.

Basada en la novela homónima de Richard K. Morgan y adaptada para la televisión por Laeta Kalogridis (guionista de Shutter Island), Altered Carbon establece un futuro aún lejano en el que la consciencia, los conocimientos, las habilidades y la personalidad de cada habitante del planeta son almacenados – y codificados- dentro de una pila, implantada al cumplir el primer año de vida. Este proceso, conocido como digitalización humana, permite que la vida de una persona sea alargada de manera artificial tras el deterioro natural de un cuerpo, ya que una pila puede ser transferida a otro físico, de cualquier complexión, género y edad… Siempre y cuando se pueda pagar por ello.

Esta nueva forma de vida también ha permitido que se desarrollen castigos más crueles e inusuales para quienes violan las leyes. Una de las sentencias más comunes es “dormir” a un individuo hasta que su condena se cumpla y su pila pueda ser implantada en un organismo humano vivo. Este es el caso de Takeshi Kovacs (Joel Kinnaman), un convicto que es despertado de manera repentina en un lugar desconocido 250 años después de la muerte de su funda, otra palabra para decir “cuerpo.”

Sin embargo, el regreso de Kovacs no es un mero acto caritativo. Dado su entrenamiento especial, es la única persona capacitada para resolver el caso de Laurens Bancroft (James Purefoy), uno de los mats más poderosos: el de su propio asesinato. A cambio de resolver el misterio, Bancroft promete a Kovacs usar sus influencias para otorgarle su libertad.

Pese a que su presupuesto no ha sido revelado – la propia creadora se ha encargado de desmentir rumores de que el costo por episodio asciende a más de 7 millones de dólares-, lo cierto es que Netflix no escatimó gastos para la realización Altered Carbon. Su estética visual, su uso de CGI y su cinematografía son simplemente espectaculares, superior a la de muchos estrenos cinematográficos de su mismo género. No obstante, su diseño de producción toma prestados bastante elementos de uno de los future noir más conocidos, Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Desde la gabardina de Takeshi hasta la lluviosa Bay City, pasando por el excesivo uso de las luces de neón para adornar los grises edificios, la presencia de todos estos detalles particulares hacen bastante borrosa la línea entre un homenaje y una copia.

La consciencia, los conocimientos, las habilidades y la personalidad de cada habitante del planeta son almacenados dentro de una pila implantada.

Hablando de Blade Runner, Altered Carbon es mucho más digerible para el espectador casual que la cacería de replicantes encabezada por el Deckard de Harrison Ford. Si bien es cierto que ambas tratan la identidad como un tema general que yace bajo la trama, la serie de Netflix jamás alcanza en diez capítulos la profundidad que logra Scott en menos de dos horas. El principal problema de Altered Carbon es que intentar abarcar demasiado en cada episodio. Lo que podría ser una profunda critica a la sociedad contemporánea, una que logra la inmortalidad con el inminente avance de la tecnología pero que continúa siendo patriarcal, religiosa, elitista y violenta en el fondo, se ve opacado por las múltiples subtramas completamente desconectadas del misterio principal así como del entorno en el que se desarrollan, algunas más interesantes que otras.

Takeshi Kovacs (Joel Kinnaman), un convicto que es despertado de manera repentina en un lugar desconocido 250 años después de la muerte de su funda, otra palabra para decir “cuerpo.”

No obstante, esto no impide que Altered Carbon sea genuinamente entretenido. Pese a sus problemas de guión, todos los personajes son lo suficientemente complejos como para generar empatía y curiosidad, incluyendo a aquellos que parecen una colección de clichés de género en los primeros episodios, siendo el mismo Takeshi Kovacs un ejemplo de ello. Así mismo, las brutales secuencias de peleas son las mejores que ha producido una serie original de Netflix, rebasando con creces los estándares impuestos por el enfrentamiento en el pasillo de la primera temporada de Daredevil, y el humor que se recurre para aligerar la pesada atmósfera provoca al menos una pequeña sonrisa, sin caer nunca en lo forzado.

Por su crudo retrato de la decadencia y su tendencia a mostrar atrocidades de todo tiempo en el cuerpo humano sin tapujos, Altered Carbon no es una serie para todos. Su gancho no es inmediato, puesto que los primeros episodios tienden a estar repletos de información para introducir al espectador en su mundo, pero la paciencia es recompensada después cuando finalmente encuentra su ritmo. Es de particular atención el séptimo episodio, y el más largo de todos con 66 minutos de duración, Nora Inu (traducido apropiadamente por Netflix como Perro Rabioso) puesto que al explorar el pasado de Takeshi logra darle un significado a los acontecimientos anteriores y aumentar el impacto emocional de la revelación que mueve los últimos capítulos.

 Esta es una colaboración de Ximena Morales para la sección de Cine y Televisión
Altered Carbon está disponible en Netflix desde el pasado 02 de febrero.

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